Compasión - misecordia
¿Qué es la Espiritualidad de la Misericordia?
Es la identidad profunda de la Iglesia Diocesana de Engativá, a la que estamos unidos como parroquia catedral e Iglesia Madre de la diócesis. Espiritualidad es seguir a Jesús de Nazaret y su Evangelio de la Misericordia, movidos por la fuerza de su Espíritu, por eso nos declaramos Iglesia en Salida, comprometida con la Compasión-Misericordia, como Principio configurador de nuestro testimonio de vida.
La Misericordia encarnada en nuestras vidas nos hará buenos samaritanos, mujeres y hombres Ciudadanos de la Misericordia, capaces de construir caminos de justicia y de paz en el territorio parroquial, a través del cuidado de la vida, especialmente de los hermanos que sufren y requieren de la cercanía de nuestros corazones compasivos.
La Compasión-Misericordia es la savia de la pastoral
Nos referimos a lo central en el ser y en el actuar de Jesús. La primera mirada de Jesús se dirige al sufrimiento de las personas. Es una sensibilidad profunda que caracteriza su estilo de vida. En ella se funden, en sus palabras y en sus acciones, el amor a Dios y el amor al
prójimo. Es su pasión por Dios y su compasión por los otros. Esta es la experiencia profunda de Dios que vive Jesús. Aquí está el Principio de Originalidad e identidad.
Vivir esta misma experiencia de Jesús de manera intransferible, es el compromiso del cristiano auténtico, de quien vive un discipulado total. Esta experiencia de Dios vivida por nosotros pasa a través de los hermanos. Esto es lo que define de manera original el seguimiento de Jesús.
Este Principio está en el corazón de la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37), que fundamenta nuestra espiritualidad. La centralidad de esta pasión-compasión, está en el volcamiento que hacemos sobre el sufrimiento ajeno, movidos a misericordia. De este modo entendemos, que al asumir la parábola como faro espiritual de nuestro proyecto pastoral, estamos en continuidad histórica, como Iglesia comprometida en el seguimiento de Jesús, cuya mirada compasivo-misericordiosa, se fijó en el sufrimiento ajeno. A este centro de fuerza interna y concreción del corazón, es a lo que llamamos Principio Compasión-Misericordia comprometida en el seguimiento de Jesús, cuya mirada compasivo-misericordiosa, se fijó en el sufrimiento ajeno. A este centro de fuerza interna y concreción del corazón, es a lo que llamamos Principio Compasión-Misericordia.
El Principio Compasión-Misericordia y la Ciudad
Al vivir nuestra espiritualidad como buenos samaritanos, y animar la vida pastoral de la parroquia en ese sentido, nos hace fieles portadores de la Misericordia, pasándola del corazón a las manos. Así se alimenta nuestra acción pastoral, humanizando la vida de la comunidad. Esta pasión por Dios se desborda en compasión por los demás, con predilección por los que sufren y necesitan de nuestro cuidado misericordioso.
Es una compasión también por la vida toda, por la creación entera. Dios ha tomado la iniciativa por nosotros, Él nos amó primero (1 Jn 4,19), nosotros le respondemos viviendo en ese amor, amándonos unos a otros, porque amamos a Dios.
La compasión nos llevará a ocuparnos de lo fundamental, al estilo misericordioso de Jesús. Al tener sus mismos sentimientos (Flp 2,5-8), amaremos desde el fondo del ser como él amó, recuperando la humanidad de los que la han perdido. Este es el sentido auténtico de la pastoral, aquí está su savia. Se convierte en experiencia discipular misionera, nos aferra al corazón misericordioso de Jesús.
Verter lágrimas por nuestra ciudad, como lo hizo Jesús por Jerusalén, nos lleva a una opción entrañable, fundamento para hacer la conversión eclesial a la ciudad.
El llanto de Jesús sobre Jerusalén (Lc 19,41) no es expresión de un sentimiento tan sólo. Es un llanto teologal y teológico. Teologal porque brota de la fuente misma de su experiencia de Dios. Por esto mismo, es llanto de honda compasión, de desbordamiento misericordioso, porque ha sido asumido el Proyecto del Padre. Ese dolor constata que Jerusalén es presa de la acción del mal. Es teológico porque la comunidad cristiana hace esta memoria viva de Jesús, y piensa su fe en este sentido retador. El relato de la comunidad nos entrega fielmente este gesto de Jesús, porque lo ha hecho propio. Nosotros tenemos hoy el mismo reto. Hemos de sentir y vivir la ciudad como la sintió y la vivió Jesús.